miércoles, 29 de enero de 2014

 

FRANCISCO, NOMBRE E IMAGEN


El Papa Francisco está de moda en la fronteras de la fe, esas fronteras que se yerguen en la entraña de Occidente, él que no es continental pero sí heredero de esta específica tradición, de ese Occidente que se definió como una utopía viviente cuando salió de sí en el siglo XVI. Que el papa Francisco representa un icono lo indica el hecho de ser protagonista de las portadas de la prensa como, recientemente la revista del Pop y referencia de actualidad Rolling Stone. En el devenir de la crónica la revista lo presenta “como un hombre ligado por un lado a una tradición religiosa y por otro, luchando por llevar a la Iglesia hacia una nueva era”. Y realmente creo que es así.
Ser portada es agradable pero, a la vez, contiene no pocos peligros. Es agradable, no solo para el Papa, sino también para los cristianos católicos, ver una imagen amable de la Iglesia personificado en la figura del Obispo de Roma. Es reconfortante comprobar de esta forma la presencia real en el espacio público. Pero como la materia lleva en sí la antimateria, la presencia tiene su lado oscuro. En este caso el de la duda que suscita el hecho de la manipulación de la figura del Papa como icono no por sí, sino por otro. Asimilado a un mensaje, como siendo su imagen, si no incluso como el signo definitivo de la asimilación del último bastión a las ideologías periclitadas (pero muy presentes institucionalmente) de los estertores del siglo XX. Y me explico.
            En la misma revista se señala como Sarah Palin, pentecostal de origen católico, famosa por presentarse como candidata a la vicepresidenta de los Estados Unidos por el Partido Republicano de la mano de John McCainen, se quiere apropiarse de su imagen, describiéndolo como un tipo de hombre liberal, de la misma manera que es descrito su mensaje como “puro marxismo” por personas tan significadas como le conservador Rush Limbaugh. La apertura a la realidad humana del Papa es impresionante, e impresiona y por eso intenta ser apropiada de modo que no se valore tanto en sí, como siendo una muestra de la expresión de las ideologías en el seno de la propia tradición católica.
            A Francisco, el Papa, le pasa algo parecido en tiempos de crisis, a lo que le sucedió a Francisco, el Santo (también en tiempos de crisis). Pobreza, humildad, firmeza de fe… no son el carisma de la ideología (marxista, liberal, socialdemócrata o del lobby gay como expresión de una ruptura cultura), como tampoco fue la pobreza franciscana, ni la simpleza el resultado de una determinada eclesiología (o ideología teopolítica). Pobreza, humildad, simpleza… no son nada en sí mismos. En antropología cultural serían los “indicadores (conceptuales-reales) de la identidad”; y ellos podrían reconducirse en la ideología. Pero en la realidad de la fe, en la realidad de la existencia, en el franciscanismo, son los “indicadores de la identidad del Evangelio”. Ahí radica su fuerza. San Francisco quiso ser apropiado, fuera de la Orden (en diversas eclesiologías) y dentro de la Orden (en diferentes sensibilidades). Pero san Francisco (y el papa Francisco) responden mejor a lo que expresaba la propia revista, parafraseando la canción de Bob Dylan: “Los tiempos están cambiando”. Y el trasvase del campo a la ciudad del siglo XIII en la definición de Europa (y en ello de Occidente) es ahora el cambio de la ciudad a la ciberciudad global en la absoluta prioridad de redifinir (y reubicar) Europa. Y para ello no se puede definir desde categorías ideológicas solo presentes a nivel universitario e institucional (izquierda, derecha, marxismo, liberalismo) sino desde la realidad de lo global, en la conjunción entre la tradición y el nuevo tiempo que nace. Francisco se adviene así como un nombre profético: no tanto como de quien señala la necesidad de fijarse en la pobreza y en el símbolo de desnudarse ante el obispo (de tomar una habitación más simple en el Vaticano que es lo mismo como gesto visual), sino de reeditar que estamos desnudos ante Dios, y necesitamos buscar la identificación con Cristo. Anunciar desde la tradición los retos de la nueva era, predicar en la frontera, aquí en Europa para nosotros, allí en Europa para los Hispanoamericanos. Eso es la imagen y el nombre de Francisco (del Santo, del Papa).
Manuel Lázaro Pulido

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